Nunca reconozco el lenguaje en mi boca ni las palabras escritas,
Y lo que digo sucede en un discurso perdido o en un futuro,
No es sino seducción, seducción y ser seducido,
Y ese miedo que invade al hombre cuando descubre
Que grito y eco, gesto y comprensión, todo lo habitual,
Es como algo regalado para siempre que de repente puede
Extinguirse, y que él está solo
En mitad de la vida. [*]
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H.B. |
La obra de Hermann Broch solo puede estar en el
corazón de la poesía manteniéndose indefinidamente en su límite. Y al
contrario de lo que expresara Italo Calvino, para quien filosofía y
poesía son “aguerridos adversarios”, revelándose en cada uno de sus
dominios un tipo de realidad específica, una manera diferente de mirar
el mundo. Los textos de Broch, junto a los de otros autores como Thomas
Mann, Musil o Rilke, anuncian una realidad que no es tan uniforme, ni
diáfana. Sino el resultado de la aproximación de distintos universos a
la vez.
En este sentido, Broch
poeta-filósofo-novelista, acaba poniendo en extrema tensión y conflicto
la distinción de los géneros, descomponiendo cualquier límite, incluso
haciendo coexistir distintos tiempos: la tradición grecolatina y la
vanguardia moderna. Ya que para Broch su época propia le resulta
insuficiente para construir un sistema pertinente de formas
(lírico-reflexivo) capaz de dar sentido a la experiencia creativa del
arte. Acción, que en esencia, estaría ligada a la pretensión del poeta,
de proponer un nuevo diseño del mundo real. Tanto su “poema novelado” La muerte de Virgilio, como sus “poemas filosóficos” que componen En mitad de la vida, son
como una simbólica cartografía donde están trazadas las distintas
líneas de acción a lo largo del tiempo. Aunque siempre desconfiando de
la Historia (como memoria rígida y cristalizada) y de la apología del
“progreso” moderno.
“-El arte genuino rompe los confines, los
atraviesa y va por nuevos, hasta entonces desconocidos, ámbitos del
alma, de la vista, de la expresión, penetra en lo originario. En lo
inmediato, en lo real…-Muy bien, ¡y tú quieres realmente hallar todo
esto en esa poesía de amor, pretendidamente tan honesta…, como si en
cada verso de la Eneida no se pudiera hallar mucha más realidad
verdadera!”, leemos en la Muerte de Virgilio.
Al decir de Hanna Arendt, Broch fue poeta,
contra su propia voluntad, esta contradicción “de ser poeta y no querer
serlo” constituye el rasgo más importante de su personalidad, y así
parece haber quedado reflejada en su compleja obra. Sin embargo, Broch
nunca dejó de ser poeta, incluso en sus textos ensayísticos y
narrativos. A propósito, comenta Clara Janés en el prólogo de En mitad de la vida: “La muerte de Virgilio, lo
situó pronto entre los grandes escritores del siglo XX. Precisamente
el tema de dicha obra es la duda sobre la validez de la poesía, y en
ella La Eneidadebe ser quemada en aras del conocimiento
empírico. Con todo, el conocimiento digno del arte, el verdadero
conocimiento, es para Broch aquel que la poesía puede desvelar….como
vieron los pitagóricos y también Galileo, quien afirmó: la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos, pero
el fondo motor del poema es la totalidad. Broch parte de las
matemáticas, pues considera que la razón científica y la imaginación
creadora se sustentan por constituir dos ramas de un solo árbol, el del
conocimiento; pero lo importante, para él, es expresar ese árbol.” Su
poesía es el intento de saltar por encima de la dualidad, ya que “la
verdad está en el todo” (das ganze), de ahí la utilización en
sus poemas, del oxímoron, como figura retórica más emblemática. En
cierta forma Broch sigue el camino abierto por Goethe, en cuanto a la
concepción de la poesía como una síntesis de lo racional y lo poético.
El resultado, como lo podemos observar en los poemas seleccionados, es
una especie de pensamiento lírico, y que en el caso de otros grandes novelistas como Joyce (Poemas manzanas) y Faulkner (El fauno de mármol),
-quienes antes de sus grandes novelas, editaron poesía- se suele
llamar “la poesía de la prosa”. En este sentido, Broch, junto a Joyce,
Faulkner, Eliot (La tierra yerma, Cuatro Cuartetos), Milosz (Cántico del Conocimiento) y el Pessoa del Libro del desasosiego, y el poema Tabaquería, contribuyó aedificar esa gran poesía filosófica de nuestro siglo que ya no admite Homeros, Virgilios o Dantes.
Es justo e imprescindible incluir el nombre
de Hermann Broch en la lista de los grandes poetas del siglo XX. Cuyo
mínimo común denominador, a pesar de las grandes diferencias
estilísticas es: la capacidad extraordinaria de estos “descubridores”
para superar sus propios límites, unida a un talento para captar,
apropiar y rehacer no importa qué tradición antigua, qué modelo
extranjero, sin sacrificar su autonomía personal en el mar de voces de
creaciones siempre nuevas. Y que en el plano formal, está íntimamente
ligado a su sentimiento único del conflicto dialéctico entre las partes
y el todo unificador, así como entre los fragmentos conjugados. Broch
debe ser incluido entre estos grandes poetas de la “estructuración”. Su
complejidad está dada por esta marca, ya que se expresan construyendo.
Leemos en el poema Recordando la infancia:
Irreconocible pero más constante y más permanente que
Todo lo demás,
Entretejido en toda imagen pasajera, inmerso en el hombre,
El prado, el animal,
Tejía el morir, tejía la muerte,
Lo real desconocido en lo irreal.
La de Broch es una poesía de “indagación
metafísica”, una escritura aparentemente intelectual, que opera
mediante paradojas y un tono reflexivo, para acuciar con preguntas al
lector. En este sentido Broch, rescata la tradición clásica y la idea
de considerar al discurso de la historia, la filosofía, la ciencia,
como un verdadero estímulo a la imaginación artística.Broch suma
crítica más poesía, reflexión y pasión; razón e intuición, mente y
corazón. Es como si el poeta “pensara con el corazón y sintiera con la
cabeza”. Y como dijera el propio Broch en uno de sus versos: Isla del alma, mi corazón.
Sin embargo, esta poesía expectante,
cuestionadora del ser, el lenguaje y el conocimiento, nunca deja de ser
lírica. En definitiva, una poesía que aporta voz al silencio del hombre
y luz a los ojos para mirar en la oscuridad de este tiempo marcado por
el avance de la insignificancia. Poesía entendida como un “obstinado
visor”. Un ejercicio infrecuente de pensamiento poético, dentro del
panorama de la poesía actual. Poesía compleja y densa, ambigua y dual:
inquietante. Pero ¿no es esta ambigüedad de inquietante dualidad el
soporte mismo de la existencia?
En los poemas de Broch, blanco más negro no
deviene gris. Se trata más bien de un sistema del género
“pre-socrático”: cada ser suscita su contrario. Su no ser está contenido
implícitamente en sí mismo. Incluso, podríamos considerar su gran
“poema novelado”: La muerte de Virgilio, como un verdadero
Arte Poética (¿el final de una ilusión estética?). Allí se postulan dos
miradas: una que trata de mantener unido un mundo, y no lo deja caerse
por completo, es decir la de las convenciones histórico-culturales que
manejamos, y a la vez nos sostiene como una red invisible; y otra
mirada, la del poeta (¿Virgilio-Broch?), que trata de soltarse, infiel
de la primera y busca el fundamento último de las cosas. La verdadera
red. En esa búsqueda su deseo es “ver”, “indagar”, “comprobar” y
“saber” algo más. Cada texto de Broch, implica, de modo implícito o
explícito, una poética: una apasionada y reflexiva declaración de
principios, una determinada filosofía. Desde esta perspectiva, “el
pensamiento lírico” de Broch, podría describirse entonces, como una
estrategia, una “astucia poética” para con la trascendencia. Asimismo
una moral, una estética y una política. Este “pensamiento lírico” se
despliega en la obra de Broch en dos direcciones que acaban por unirse:
la búsqueda de un principio anterior que hace de la poesía el
fundamento del lenguaje (“la casa del ser”) y, por consiguiente, de la
sociedad; y la unión de ese principio con la Historia. En este sentido,
podríamos afirmar junto al Broch de La muerte de Virgilio, que toda sociedad está construida sobre un poema: Roma sobre La Eneida, por ejemplo. En síntesis, se
trata de una escritura poética no sólo intensa, sino atrevida por su
modo de incorporar la inteligencia al lenguaje, ya que es el
“interregno del conocimiento terrenal”. Y es también bellamente evocadora, en tanto que poesía, al decir de Clara Janés.
Y para finalizar este pobre e incompleto
acercamiento a la poesía de Hermann Broch, nada más pertinente que
recordar uno de los conceptos más inequívocos que sobre la poesía,
expresara Broch por boca del gran poeta Virgilio: ante sus ojos
había tenido siempre la exigente, la irrealizable imagen del
conocimiento, la seria imagen del conocimiento de la muerte, y ninguna
profesión podía hacer justicia a esa imagen, pues no hay ninguna que no
esté exclusivamente sometida al conocimiento de la vida, ninguna con
excepción de aquella única a la que se había visto abocado finalmente y
que se llama poesía, la más extraña de todas las actividades humanas,
la única que sirve para el conocimiento de la muerte.*
(*) Hermann Broch, La muerte de Virgilio, Alianza Editorial, Madrid 2000.
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