Discurso para el banquete
Premios Nobel 2016. Bob Dylan
por Ramón Valle Muñoz
A continuación, comparto mi traducción del discurso1
que Bob Dylan escribió para la cena de gala del Nobel 2016. Como todos
sabemos, Dylan no estuvo presente en la ceremonia. El discurso fue leído
por Azita Raji, embajadora de los Estados Unidos de América en Suecia.
El pasado 1 de abril, en reunión privada, le fue entregada la medalla y el diploma. La organización Nobel anunció que Dylan no dictará la tradicional conferencia de recepción, llamada “Lección del Nobel”. Sin embargo, se espera que entregue una versión grabada de la misma. Esta conferencia es un requisito que debe cumplir todo ganador para recibir el dinero del premio.
El pasado 1 de abril, en reunión privada, le fue entregada la medalla y el diploma. La organización Nobel anunció que Dylan no dictará la tradicional conferencia de recepción, llamada “Lección del Nobel”. Sin embargo, se espera que entregue una versión grabada de la misma. Esta conferencia es un requisito que debe cumplir todo ganador para recibir el dinero del premio.
Buenas noches a todos. Envío mis saludos
afectuosos a los miembros de la Academia Sueca y a todos los
distinguidos invitados presentes esta noche.
Me disculpo por no acompañarlos personalmente, pero
sepan, por favor, que lo estoy en espíritu y me siento honrado al
recibir tan prestigioso premio. Ser galardonado con el Premio Nobel de
Literatura es algo que nunca imaginé o tuve previsto. Desde temprana
edad he estado familiarizado e interesado en leer las obras de quienes
fueron considerados dignos de tal distinción: Kipling, Shaw, Thomas
Mann, Pearl Buck, Albert Camus, Hemingway. Estos gigantes de la
literatura cuyas obras son enseñadas en las aulas, albergadas en
bibliotecas alrededor del mundo y citados en tonos reverentes, siempre
me han impresionado profundamente. Que ahora me una a sus nombres en
esta lista, honestamente, está fuera del alcance de mis palabras.
Ignoro si estos hombres y mujeres pensaron alguna vez
en ser honrados con el Nobel, pero supongo que cualquiera, ya sea al
escribir un libro, o un poema, o una pieza teatral en cualquier lugar
del mundo podría albergar muy en su interior ese sueño secreto. Quizá
encerrado de manera tan profunda y no saben que ahí se encuentra.
Si alguien me hubiese dicho que yo tenía una leve
oportunidad de ganar el premio Nobel hubiera pensado que tenía las
mismas posibilidades de poner un pie en la luna. De hecho, durante el
año en que nací y algunos años después no hubo nadie en el mundo que
fuera considerado lo suficientemente bueno como para ganar este Premio
Nobel. Así que reconozco que estoy en compañía muy excepcional, por
decir lo menos.
Estaba de gira cuando recibí estas sorprendentes
noticias, y me tomó más de algunos minutos asimilarlas por completo.
Comencé pensando en William Shakespeare, la gran figura literaria. Debo
suponer que él se concebía como un dramaturgo. La idea de que estuviera
escribiendo literatura ni siquiera podría haber pasado por su cabeza.
Sus palabras fueron escritas para los escenarios. Pensadas para ser
dichas, no leídas. Mientras escribía Hamlet, seguramente
pensaba en muchas cosas distintas: “¿Quiénes son los actores correctos
para estos papeles? ¿Cómo deberá escenificarse? ¿De verdad quiero situar
esto en Dinamarca?” Su visión creativa y ambiciones sin duda estaban en
primer lugar en su mente, pero también había asuntos más mundanos que
considerar y de los cuales debía ocuparse: “¿Habrán llegado los fondos?
¿Hay suficientes asientos para mis mecenas? ¿Dónde voy a conseguir un
cráneo humano?” Podría apostar que la última cosa que había en la mente
de Shakespeare era la pregunta “¿Esto es literatura?”
Cuando yo era un adolescente y empezaba a escribir
canciones, incluso cuando comencé a tener algo de renombre por mis
habilidades, mis aspiraciones para estas canciones no iban muy lejos.
Pensaba que podían escucharse en cafeterías o bares, después quizá en
lugares como el Carnegie Hall o el London Palladium. Soñando en grande,
imaginaba quizá en grabar un disco y después escucharía mis canciones
por la radio. En mi mente ese ya era un gran premio. Grabar discos y
escuchar tus canciones por la radio significaba que alcanzabas una gran
audiencia y por lo tanto podrías seguir haciendo lo que querías.
Y bien, hasta ahora he hecho lo que quiero por un buen
tiempo. He grabado docenas de discos y tocado en miles de conciertos
por todo el mundo. Sin embargo, son mis canciones las que están en el
centro vital de todo lo que hago. Parecen haber encontrado un lugar en
las vidas de mucha gente en muchas culturas diferentes y estoy
agradecido por ello.
Sin embargo hay una cosa que debo decir. Como
intérprete he tocado para 50,000 personas y lo he hecho para 50 y puedo
decirles que es más difícil tocar para 50 personas. 50,000 personas son
como una persona única, no así las 50. Cada persona tiene una identidad
individual e independiente, un mundo dentro de ellos mismos. Claramente
pueden percibir más cosas. Tu honestidad y cómo ella refleja hasta lo
más profundo de tu talento es puesta a prueba. El hecho de que el comité
del Nobel sea tan pequeño no me pasa desapercibido.
Sin embargo, como Shakespeare, frecuentemente me
concentro en alcanzar el propósito de mis esfuerzos creativos y también
debo ocuparme de los aspectos y hechos mundanos de la vida. “¿Quiénes
son los mejores músicos para estas canciones? ¿Estoy grabando en el
estudio adecuado? ¿Está en el tono correcto la canción?” Algunas cosas
nunca cambian, ni siquiera en 400 años.
Ninguna vez he tenido el tiempo de preguntarme: “¿Mis canciones son literatura”?
Por lo tanto, agradezco a la Academia Sueca tanto por
tomarse el tiempo para considerar tal pregunta y, finalmente, por darle
tan maravillosa respuesta.
Mis mejores deseos para todos.
Bob Dylan
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