Un trovador santiaguero guitarrista de Carlos Gardel
Fuente: CUBARTE
Al trovador Roberto Moya lo conocimos en la Peña de Sirique, en el Cerro, un domingo por la tarde.
Un amigo de ambos, Félix Cobo, me lo presentó como el autor de la guajira Ranchito mío
que acababa de interpretar el dúo de Luisito Plá y su esposa. Se
trataba de Roberto Moya, que ya tenía 73 años de edad. Luego supe que
este trovador santiaguero había sido acompañante de Carlos Gardel en
varias actuaciones y películas.
Le pregunté: ¿Cómo un trovador santiaguero llegó a ser uno de los
acompañantes en la guitarra del afamado artista Carlos Gardel?
Yo conocí a Gardel en el año 1933 cuando fui al Hotel Anzonia, en
Nueva York, en la Avenida Broadway y Calle 72. Allí fui a hospedarme con
mi compañero en el dúo, el argentino Carlos Spaventa. El gerente del
hotel, que sabía que éramos músicos, me dijo: ahora mismo acaba de
marcharse Carlos Gardel y está buscando guitarristas. Ese día no pudimos
verlo, pero Eligio Potorosi, muy amigo de él, nos invitó a que fuéramos
a conocerlo. Fuimos al día siguiente a un apartamento que Gardel tenía
alquilado en el este de la ciudad.
Cuando lo vimos ya sabía quiénes éramos y se comportó con nosotros
como si fuéramos viejos amigos. En efecto en ese momento estaba buscando
guitarristas de experiencia que supieran interpretar música argentina
para que lo acompañaran, ya que los guitarristas de su grupo no habían
llegado por problemas con los visados. Nos echó el brazo por los hombros
y nos dijo que sacáramos las guitarras, entonces cantamos una samba que
él mismo tarareó. Enseguida dijo: “esta bien, no hay problema, mañana a
la una nos vemos en los estudios de la Paramount”.
Y así fue como tomamos parte en la primera película que Gardel filmó en Estados Unidos, que se llama Cuesta Abajo. Gardel quedó satisfecho de nuestra actuación en ese filme y nos invitó a participar en otros como Tango en Broadway, El día que me quieras y Tango bar, aunque
en esta última no aparezco personalmente, ya que lo que hice fue
acompañarlo en la música de fondo. Ya en esos días habían llegado sus
guitarristas pero nos dejó actuar con ellos porque Gardel quiso que
también participáramos en esas películas. Yo me quedé con Gardel y lo
acompañé en algunas actuaciones.
Cuando terminamos los compromisos en Estados Unidos él quería
llevarme para la gira por América del Sur pero Lepera, que era el
administrador, se opuso porque aumentaría los gastos al incluirnos en la
nómina, entonces Gardel comprendió y me dijo: “Esta bien ché, tú te vas
para Cuba y el día 24 de junio te embarcas para acá y nos encontraremos
en Nueva York el día 1ro. de julio porque vamos a rodar 5 películas más
en las cuales pienso mejorarte”. Acepté de mala gana, aunque tenía
ganas de venir para Cuba y dejarle algún dinero a la familia.
El día 24 de junio de 1935, tomé el ferri Florida en La Habana y me
dirigí a Cayo Hueso para luego coger un tren para Nueva York.
Encontrándome en la estación de trenes vi como los vendedores de
periódicos vendían enseguida los diarios de ese día. Un amigo me trajo
un periódico que en grandes titulares decía: “ACCIDENTE AÉREO EN
MEDELLIN. GARDEL CON TODOS SUS ACOMPAÑANTES PERECIERON. EL CUERPO DE
GARDEL ESTABA CARBONIZADO. SE IDENTIFICÓ POR LA RASTRA QUE LLEVABA”.
La rastra es un cinturón de cuero que los argentinos llevan pegado
al cuerpo para guardar sus monedas, debo aclararte que Gardel era
coleccionista de monedas. Desde luego, regresé a Cuba en el mismo barco…
¿para que iba a seguir? Pensé entonces que si hubiera continuado de
guitarrista con Gardel también hubiera muerto en el trágico accidente
ocurrido en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935.
Roberto Moya, gaucho transitorio y trovador santiaguero, nació el 26 de
septiembre de 1897 en Santiago de Cuba, en una casa de la Calle Santa
Lucía entre San Pedro y Santo Tomás. Falleció en La Habana el 27 de enero de 1971. Su padre, Francisco Moya Portuondo
era profesor de piano y alternaba esa profesión por la de ayudante en
una notaría, alguacil, secretario de un juzgado y Procurador Público. (...)
Por Lino Betancourt Molina (fragmento)
Fuente: CUBARTE
http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/25685/25685.html
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