28/4/15

EL DISCRETO ENCANTO DE LOS SEUDÓNIMOS

            Por Reynaldo García Blanco

Dicen los que saben, que un concurso literario para que sea respetado de verdad, ha de convocar por el sistema de plica y seudónimo o lema.
Hace unos meses estuve de jurado en un concurso de carácter nacional en el que precisamente se participaba por el sistema de seudónimos. Allí pude encontrarme con algunos muy simpáticos, curiosos e intrigantes. Estaban los que evidentemente daban posibles pistas sobre la persona en concurso:
El bardo de calle K
Perezguemi
Bamel Peloz
Orjopi 

Es posible que alguno de los jurados pueda determinar de una primera instancia de quién se trata. Simple combinación de letras, descifrar el anagrama o una simple instuición y puede saber que el libro de marras es de la señora Melba López y que lleva como veinte años concursando en el mismo certámen.
Están los seudónimos con una clara referencia literario-cultural que abre un amplio abanico y de algún modo indica la filiación o perfíl del  autor en concurso:
Safo
Crono
John Donne
Trocadero
Heredia

Me place en lo sumo encontrarme con aquellos Seudónimos-Lemas:
Al polvo voy. Al fuego impuro (Octavio Paz)
Quien escoge a ciegas, será cegado por el humo del sacrificio (Kosptolk)
Tampoco estaba el mundo y estaba
Más que nunca (Pere Gimferrer)
En otro momento me gustaría ocuparme de las dedicatorias en los libros tanto en concurso como los ya publicados, que van desde esta muy campechana:
Este libro va dedicado a
Los que quieren
Para que me conozcan más
Y a los que no me conocen
Para que aprendan a  quererme

Pasando por esas dedicatorias que citan a todo el canon familiar incluyendo a las mascotas de la casa o las que tuvieron en su ya lejana infancia, pasando por aquella, bellísima, en que el gran Ángel Escobar escribió para su libro Viejas palabras de uso (1978):
A Marina Cultelli.
Por ser la otra mitad
De mi esperanza.

En una de las entradas de uno de los Cuadernos de apuntes, del brasileño Carlos Drummond de Andrade he leído:
Economía en las dedicatorias. Siempre habrá tiempo para enfatizarlas, y todo el tiempo será escaso para corregirlas.
Así discurre la vida en los corrillos de los concursos literarios.  Lo mismo nos podemos encontrar una Serpiente emplumada que un Plátano sonante. Aunque en realidad, más allá de todo seudónimo, lo que se ha de tener en cuenta es lo que está dentro.
En el año que acaba de pasar envié a dos concursos utilizando como lema sendos versos de Eugenio Montale. Ni mención me dieron. Así es el discreto encanto de los seudónimos.

Reynaldo García Blanco
© La Idea del Lunes - Santiago de Cuba 

13/4/15

Triste adiós a Eduardo Galeano, el más latinoamericano de los escritores latinoamericanos.


Eduardo Germán María Hughes Galeano, nació en Montevideo, Uruguay, el 3 de septiembre de 1940.
En 1960 inició su carrera periodística como editor de la que sería la mítica revista "Marcha".
Tras el golpe de Estado de 1973 fue encarcelado y tuvo que exiliarse a Argentina. Publicó "Las venas abiertas de América Latina", libro que marcaría a varias generaciones, y que fue censurado por las dictaduras militares de Uruguay, Argentina y Chile. Esta obra proponía una historia de América Latina en clave de descolonización, lo que en ese entonces era impensable en los discursos dominantes. En Argentina fundó la revista cultural "Crisis".

En 1976 fue añadido a la lista de los condenados del escuadrón de la muerte de Videla por lo que tuvo que marcharse de nuevo, esta vez a España, donde escribió la trilogía "Memoria del fuego" (un repaso por la historia de Latinoamérica).
Regresó a Montevideo en 1985. Con otros escritores, como Mario Benedetti, y periodistas de "Marcha", fundaron el semanario "Brecha".
En 2007 superó una operación para el tratamiento del cáncer de pulmón, que le ganaría la batalla en 2015.
Junto su obra como periodista desarrolló una obra más narrativa, siempre comprometida y llamada a la reflexión. Destacan la novela corta "Los días siguientes" (1963) a los relatos contenidos en "Vagamundo" (1973). "El libro de los abrazos" fue uno de los libros más exitosos y logrados de Galeano.
La obra de Eduardo Galeano nos llama a establecer un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material.
Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos, combinando documental, ficción, periodismo, análisis político e historia.
Fue investido Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana, de El Salvador, la Universidad Veracruzana de México, la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad de Buenos Aires -Argentina-, y la Universidad de Guadalajara -México-.
Murió el 13 de abril de 2015, en Montevideo.

Qué mejor que recordarlo a través de sus propias palabras.


¿Qué tal si deliramos por un ratito?
    -Extracto de "El derecho al delirio", de Eduardo Galeano-    
 
¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?

El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

En las calles los automóviles serán aplastados por los perros.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor.

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir no más, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.

Nadie vivirá para trabajar pero todos trabajaremos para vivir.

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.

Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.

Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.

La comida no será una mercancía ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.

Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión.

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura porque no habrá niños de la calle.

Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero porque no habrá niños ricos.

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas, condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.

La Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios, “amarás a la Naturaleza de la que formas parte”.

Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma.

Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar.

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de belleza y voluntad de justicia, hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido, sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.

Seremos imperfectos porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses.

Pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última.-


EDUARDO GALEANO, escritor uruguayo.

-Extracto de “EL DERECHO AL DELIRIO”-

https://textosparalaindignacion.wordpress.com/2011/06/10/el-derecho-de-sonar-eduardo-galeano/

 

6/4/15

Fernando Pessoa (1888-1935): Una vida, tantas vidas
                                                                                  
                                                                  Por
Héctor J. Freire
Luca Signorelli, The Resurrection of the Flesh. Detail. 1499-1502. Fresco, Chapel of San Brizio, Duomo di Orvieto.
Luca Signorelli, The Resurrection of the Flesh. Detail. 1499-1502. Fresco, Chapel of San Brizio, Duomo di Orvieto. Imagen obtenida de: http://www.advocate.com/arts-entertainment/artistspotlight/2012/05/01/golden-age-denial-gay-bible-porn#slide-1


     
Por Héctor J. Freire
hectorfreire@elpsicoanalitico.com.ar






Dios no tiene unidad.
¿Cómo la tendré yo?


Pessoa, “ese desconocido de sí mismo” 

Desde su muerte, el 30 de noviembre de 1935, cada vez ha sido más celebrado su cumpleaños. Murió prácticamente inédito y desconocido, incluso en su patria. Pero hoy a 127 años de su nacimiento su obra poética llega mucho más allá de las fronteras de la lengua portuguesa.

Fernando Pessoa, como dijo Octavio Paz fue “un ser insignificante, y nada en su vida llamó la atención, salvo sus poemas. Su secreto, por lo demás, está escrito en su nombre: Pessoa quiere decir persona en portugués y viene de persona, máscara de los actores romanos, personaje de ficción, ninguno: Pessoa. Su historia podría reducirse al tránsito entre la irrealidad de su vida cotidiana y la realidad de sus ficciones. Estas ficciones son los poetas Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y, sobre todo, el mismo Fernando Pessoa. Así, no es inútil recordar los hechos más salientes de su vida, a condición de saber que se trata de las huellas de una sombra. El verdadero Pessoa es otro”.

Sin embargo, esta “miniatura” de Pessoa, y su exceso de anonimato, ese “hombrecito gris” que inventó las biografías para sus obras, y no las obras para las biografías, se convirtió en lo que Antonio Tabucchi llamó metafóricamente un baúl lleno de gente, que supo almacenar grandeza. Y ésta desde la rutina más banal, y su mediocre cotidianidad de oficinista, se transformó en vasta a su modo, inmensa. Como quedó expresada en los primeros versos de su ya inmortal, y máximo poema, Tabaquería:  

                       No soy nada.
                       Nunca seré nada.
                       No puedo querer ser nada.
                       Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

“Fernando Antonio Nogueira Pessoa, hijo de Joaquín e Madalena Pinheiro Nogueira, empleado a media jornada como traductor de cartas comerciales en empresas lisboetas de importación y exportación. En las horas libres, Poeta.”

Pessoa mismo, en 1931, se definirá como una paradoja, como un oxímoron (figura retórica más que emblemática, que atraviesa toda su obra). ¿Fernando Pessoa, alter ego del propio Fernando Pessoa?: El poeta es un fingidor/ finge tan completamente/ que llega a fingir que es dolor/ el dolor que de verdad siente.

A propósito, conviene remarcar que Pessoa, no creaba personajes, sino poetas completos, incluso a uno de ellos se debe el demoledor y fragmentario Libro del desasosiego. Un dato increíble, “esotérico”: Se tardaron 47 años en publicar el libro, los mismos años que vivió el poeta.

Se calcula que en su corta vida Pessoa inventó 136 autores ficticios, algunos de estos heterónimos, aparte de los tres más conocidos son: Alexander Search, Charles J. Search, Chevalier de Pas, Charles Robert Anon, A.A. Crosse, Baron de Teive, Bernardo Soares, Vicente Guedes, Antonio Mora, Federico Reis, Abilio Quaresma, Thomas Cross, Raphael Baldaya, C. Pacheco, Mr. Dave, Jean Seul de Méleuret, F. Summan, Pêro Botelho, Erasmus, y sigue la lista de esta
Galaxia heteronómica.

Es imprescindible pues, incluir definitivamente el nombre de Pessoa, en la lista de los grandes artistas del siglo XX junto a: Picasso, Joyce, Le Corbusier, Stravinski, Eliot, Vallejo, entre otros.

En sus Ensayos de Poética, Roman Jakobson incluye a Pessoa entre los grandes poetas de la estructuración, y comenta: “la obra del poeta portugués es un arte esencialmente dramático, cuya complejidad se halla sometida a una estructuración integral. Y las pretendidas incoherencias y contradicciones en los escritos de Pessoa reflejan en realidad el diálogo interno del autor, que éste trata incluso de transformar en una complementariedad de los tres poetas imaginarios (heterónimos): Caeiro, Reis y Álvaro de Campos, que transforman a Pessoa en un verdadero “desconocido de sí mismo”. Incluso el tema de la enajenación y de la búsqueda, es algo más que un tema: es la esencia de su obra. Durante su corta vida y a lo largo de toda su inmensa producción poética, Pessoa se buscará y tratará dramáticamente de inventarse. Una labor que desarrolló con intensidad, especialmente en sus últimos seis años, en los que escribió muchas páginas del Libro del desasosiego, de su Fausto, y de Mensaje.

Durante este período escribió también variados poemas inolvidables, tanto atribuidos a los heterónimos de su Drama en gente, como poesías ortónimas. Estos poemas ortónimos han sido agrupados y traducidos por Ángel Crespo en el libro Noventa poemas últimos (1930-1935), publicados en Madrid en 1993, y de escasa difusión en Argentina. Al decir de Crespo, se trata, en efecto de un diario escrito en verso, llenos de espontaneidad,  incluso en rima. Estos noventa poemas, son paralelos al representado por el Libro del desasosiego, y constituyen verdaderos documentos poéticos, imprescindibles para la exégesis de la obra total de Fernando Pessoa. A los temas ya clásicos del desasosiego, del tedio, de la creación de los heterónimos, vienen a sumarse el del rompimiento con Ofelia Queirós, y el del presentimiento de la muerte que llegará muy pronto. Vayan como muestra de su profundidad, estos tres sintéticos textos:

Más triste que lo que acontece
Es lo que nunca aconteció.
Mi corazón ¿quién lo entristece?
¿Quién me lo dio?

La nube trae lo que oscurece
Al campo que el cielo alumbró.
¿Memorias? Ninguna aparece.
La vida es cuanto se perdió
¡Y hay gente que nunca enloquece!
¡Ay de lo que en mí llamo yo!

                 *

El río que pasa dura
En las olas al pasar,
Y cada ola figura
El instante de un lugar.

Puede ser que el río siga,
Mas la ola que pasó
Es otra cuando prosiga.
No continúa: duró.

¿Cuál es el ser que subsiste
Bajo estas formas de estar?
¿La ola que ya no existe
O el río que es un pasar?

                 *

Basta pensar al sentir
Para sentir al pensar.
Mi alma es la que hace reír
A mi misma alma al llorar.
Después de parar y andar,
Después de quedarse e ir,
He de ser quien va a llegar
Por ser quien quiere partir.

Vivir es no conseguir.


Es preciso remediar la contradicción entre el yo (Pessoa) y el mundo. El camino lo señaló Spinoza, hace cuatro siglos, en su Ética concebida en forma geométrica. El filósofo estableció, en su panteísmo acósmico, que de los infinitos modos de Dios sólo podemos conocer dos: el pensamiento y la extensión; la res cogitans y la res extensa, dos formas de una misma realidad. La extensión en la cual se inserta el pensamiento y el pensamiento capaz de pensar esa extensión.

Pessoa en su poética nos propone una sustancia única, la única sustancia del Uno, cuyos infinitos modos componen las múltiples formas donde el Uno se refracta: el uno y lo múltiple. En otras palabras Martín Buber nos dice: el uno y el todo, no indica dos términos unidos copulativamente, sino una equivalencia y, también una dialéctica. La cópula más que unir, marca confrontaciones que alcanzan su ápice, en el violento ejercicio que hace Pessoa del lenguaje, y que además alcanza su más alta temperatura, o grado de intensificación dramática en el uso casi excesivo del oxímoron dialéctico. En estos oxímoron se cumpliría y condensaría la idea de Hegel:
El das ganze (“¡la verdad está en el todo!”).

El ascético monismo de Spinoza reaparece en las poesías de Pessoa revestido por el inesperado esplendor elocutivo, el uno y el todo, el yo y el universo. Es como dijéramos, lo uno y lo múltiple: variaciones en torno a un mismo tema, o un mismo tema y sus distintos modos. Lo que varía es el enfrentamiento, la contradicción, la inter-locución. En Pessoa, nada es más impreciso que los límites. En el momento de llegar, se constatan nuevos límites o nuevas lejanías. Como la línea del horizonte, cuanto más nos acercamos a ella, más se aleja.

La obra de Pessoa es una estructura dinámica y en plena acción. Pues en el mundo de la acción es donde el alma se halla realmente a sí misma. (Hegel)
Por consiguiente, los textos de Pessoa, resultan ser un lugar, un espacio de ideas: un laberinto repleto de encrucijadas.

Pero, como expresara Octavio Paz, en su libro Cuadrivio: “el mundo poético de Pessoa, es un mundo de pocos seres y muchas sombras. Falta la mujer, el sol central. Sin mujer, el universo sensible se desvanece, no hay tierra firme, ni agua ni encarnación de lo impalpable. Faltan los placeres terribles. Falta la pasión, ese amor que es deseo de un ser único, cualquiera que sea. Hay en el poeta, sin embargo, un sentimiento de fraternidad con la naturaleza: árboles, el mar, las nubes y las piedras, máquinas, todo fugitivo, todo suspendido en un vacío temporal. Irrealidad de las cosas y realidad del sueño, reflejo de nuestra irrealidad”.

También hay en Pessoa, negación, cansancio y desconsuelo. En el Libro del desasosiego, el poeta describe su “paisaje moral”:
“Pertenezco a una generación que nació sin fe en el cristianismo y que dejó de tenerla en todas las otras creencias, no fuimos entusiastas de la igualdad social, de la belleza o del progreso, no buscamos en orientes y occidentes otras formas religiosas (“cada civilización tiene una filiación con la religión que la representa: al perder la nuestra, perdimos todas”).

Algunos de nosotros, se dedicaron a la conquista de lo cotidiano, otros de mejor estirpe, nos abstuvimos de la cosa pública, nada queriendo y nada deseando, otros se entregaron al culto de la confusión y el ruido: creían vivir cuando se oían, creían amar cuando chocaban contra las exterioridades del amor, y otros RAZA DEL FIN, LÍMITE ESPIRITUAL DE LA HORA MUERTA, vivimos en negación, descontento y desconsuelo”.

Este retrato no es el de Pessoa pero sí es el fondo sobre el que se destaca su figura y con el que a veces se confunde. Límite espiritual de “La Hora Muerta”: el poeta es un hombre vacío que, en su desamparo, en su desasosiego, crea un mundo para descubrir su verdadera identidad perdida.

   - El amor no realiza al yo mismo: abre una posibilidad al yo para que cambie y
   se convierta. En el amor no se cumple el yo sino la persona, el deseo de ser otro.
   El deseo de ser.-

El deseo de ser Fernando Pessoa.

 Fuente: el psicoanalítico - Boletín Nº 21 - Buenos Aires, Argentina
 http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num21/autores-freire-fernando-pessoa-vida.php