26/11/14

NUEVOS MUROS EN EL CINE                         

por  HÉCTOR J. FREIRE   
(Buenos Aires-Argentina)

                                                                                                 En la estatua de la Libertad encontramos la
                                                                                    inscripción: “En este país republicano todos
                                                                                    los hombres han nacido libres e iguales.” Pero
                                                                                    debajo leemos en letra pequeña: “A excepción
                                                                                    de la tribu de los hamo (los negros).” Lo cual
                                                                                    echa por tierra el aserto precedente.  ¡Ay de

                                                                                    vosotros, republicanos!

                                                                                                                             Herman Melville

Metáforas y motivos visuales
Comentó Anton Chejov, que si en el primer acto de una obra de teatro, aparece una escopeta colgada en la pared, en el último acto ésta debería dispararse. De lo contrario, no cumpliría ninguna función relevante. Salvo la de ser un mero objeto decorativo o de relleno. Que en este caso, podría ser reemplazado por cualquier otro.
En el cine, los objetos también deberían cumplir, además de su sentido ornamental o escenográfico, una función “argumental”, dramática por sí mismos. Con frecuencia, estos elementos, que a lo largo del desarrollo de un film, se transforman en metáforas, alusiones o motivos visuales, pasan desapercibidos por el general de los espectadores. Más pendientes de la trama o lo anecdótico del film. O sea, su presencia nunca es gratuita y no sólo obedecen a motivaciones de descripción ambiental. Estos también sugieren, y adquieren una significación que va más allá del hecho de “amueblar el espacio”. Además connotan y enriquecen el sentido de un film determinado. En este sentido, ningún arte potencia tanto la presencia y significación de un objeto, de un motivo visual, como el cine.
Muchos films a lo largo de la historia, demuestran que todo objeto, al menos, tiene dos sentidos: el que otorga la rutina y el que le confiere el asombro de descubrirlos en tal o cual situación.
Ahora bien, ¿cuál es el significado de determinados objetos, de diferentes metáforas o motivos visuales, que en forma repetida aparecen en los films. Y que dan un plus de información para el espectador atento, que los sabe leer y complementar?
Estos motivos visuales, entendidos como instantes significativos, tienen una permanencia suficiente a lo largo del tiempo, y van más allá de determinado género. Tampoco se limitan a una estética o movimiento artístico. Ante ellos el cinéfilo, se comporta más como un “conocedor” que como un simple “espectador”. Este conocimiento, le permite complementar y enriquecer la aportación de imaginario que exigen los motivos visuales. Más cerca al “ya lo conozco”, que al “ya lo ví”. En esta “complicidad que sobrevive” en cada proyección, es donde radica una buena parte del disfrute del arte cinematográfico.
La ventana, la escalera, el teléfono, el tren, el espejo, el puente, el árbol, la puerta, la nave, el automóvil, el laberinto, el muro –como es el caso que nos ocupa en este artículo- , etc. Son junto a las alusiones iconográficas (la piedad, la “sagrada familia”, el descendimiento, la crucifixión), y los motivos visuales espaciales o atmosféricos como el mar, el bosque, el camino, la línea del horizonte, el río, la lluvia, la nieve, la niebla, etc., algunos de los más significativos y reconocibles.
¿Cuál es el sentido de la persistencia de estos motivos visuales, que aparecen diseminados a lo largo de la literatura (El muro,1943, de Jean Paul Sartre), la pintura, la música , el cine (The Wall,1982, Pink Floyd-Alan Parker)? Estos poseen una entidad suficiente por la cual podemos establecer un vínculo entre lo nuevo y la tradición cultural.


Los muros, el Muro

Tradicionalmente, este motivo visual, representó y sigue representado el recinto protector que encierra un mundo. Contiene, separa y evita que penetren los enemigos, “los otros”, los bárbaros, como así también toda influencia nefasta del exterior. Sin embargo, una de sus paradojas es la de limitar el dominio que encierra, y a la vez “asegurar” su defensa. Su valor metafórico se apoya en su altura: significa una elevación por encima del nivel común. Y como motivo visual, en casi todos los films en que aparece, simboliza básicamente: discriminación – exilio – separación – frontera – propiedad - entre países, tribus, religiones, etnias, individuos, clases sociales, “entre los demás y yo”. Con su doble incidencia social y psicológica: seguridad/ahogo; defensa pero también prisión. Y en esencia: todo muro es comunicación cortada, imposibilidad de diálogo.
La Historia
debería ser una referencia constante para no volver a cometer errores (aunque esto no deja de ser una utopía). Desde la antigüedad los imperios han tratado de construir divisiones para impedir la entrada de “indeseables” a su territorio. Pero la misma Historia nos muestra que esas construcciones físicas, no lograron contener las ideas, ni expulsar a los “no deseados”. Los primeros fueron los chinos, que construyeron La Gran Muralla para defenderse de los ataques de los pueblos nómades del norte (preocupación de los primeros emperadores de la dinastía Chin, 250-210 AC. Hasta la dinastía Ming entre 1400 y 1600, que la transformó en su “espectacular obsesión”. Aunque para Alessandro Baricco, el objetivo de esta construcción fue otra:. ..no se trataba tanto de un movimiento militar como mental. Parece la fortificación de una frontera, pero en realidad es la “invención” de una frontera. Es una abstracción conceptual fijada con tal firmeza e irrevocabilidad que llega a convertirse en un monumento físico e inmenso. Es una idea escrita con piedra. La idea era que el imperio era la civilización, y todo lo demás, barbarie, y por tanto no-existencia…La Gran Muralla no defendía de los bárbaros: los inventaba. No protegía la civilización: la definía. * 
Luego tenemos en el año 122 DC., al emperador Adriano, que para “estabilizar” el imperio ordenó la construcción del famoso “Muro de Adriano”, para “separar a los romanos de los bárbaros”. Al respecto, es recomendable la lectura del libro Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, en traducción de Julio Cortázar. O repasar el film La caída del Imperio Romano (1964) de Anthony Mann, con un reparto inolvidable: S.Loren, A.Guinness, C.Plummer, J.Mason, M.Ferrer, O.Sharif y A.Quayle. Film, que sirvió de base a la mediocre y exitosa Gladiador (2000) de Ridley Scott, con su estética “claramente deportiva”.
Y en Argentina, el proyecto de Alsina, para evitar que los indios volvieran a sus tierras saqueadas: la construcción del Gran Zanjón, que bajo la dirección del ingeniero Alfredo Ebelot, comenzaba en Bahía Blanca, pasaba por la Sierra de la Ventana y las lagunas de Guaminí, Trenque Lauquen y Carhué, e incluía las bases estratégicas de Italó y Púan. Preveía alcanzar las provincias de Santa Fe, Córdoba y Mendoza. En julio de 1877 “La Zanja de Alsina” alcanzó los 374 Km. de extensión, de los 600 planificados. Aunque la historia argentina, nos muestra que la decisión que triunfó finalmente no fue la “defensiva” de Alsina, sino otra peor y muchísimo más cruel, la “ofensiva” de Roca: “la conquista del desierto” y el exterminio y genocidio, una especie de “malón al revés”. Recordemos lo que decía Roca: “el único indio bueno es el indio muerto”.
Casi 100 años después, los alemanes del oeste y las autoridades soviéticas, construyen en Agosto de 1961 un muro, separando así Berlín, para detener el éxodo masivo de los habitantes del oeste hacia Berlín del este. Denominado por las autoridades Muro de Protección Antifascista.
Recordemos que más de 75.000 personas fueron arrestadas por intentar escapar, 200 heridos de bala, 250 fueron asesinados, y miles juzgados por ayudar a otros en su huida.
Entre los muchísimos muros que aparecen referidos en innumerables films, el de Berlín, pasó a ser el más emblemático, y es considerado como la máxima expresión de lo que fue la guerra fría, la separación ideológica, económico-política de Europa y el Mundo en dos bloques enfrentados. Así como el temor siempre latente de la destrucción nuclear. Como decíamos fue construido en 1961, pero los antecedentes surgieron poco después de terminada la segunda guerra mundial. Donde la capital alemana, la “Roma” del Tercer Reich fue dividida entre los aliados occidentales (E.E.U.U., Francia y Gran Bretaña) y la  ex Unión Soviética. Berlín, quedó, de hecho incrustada en el corazón del territorio ocupado por los soviéticos, y pasó a convertirse en la capital de la República Democrática Alemana. El genial film del director Carol Reed, El tercer hombre (1949), con la gran actuación de Orson Welles, y basada en la novela homónima de Graham Greene (escritor-espía al servicio de Gran Bretaña), da cuenta de forma inequívoca de toda esa compleja situación histórica. Transformándose con el paso del tiempo, en una especie de “prehistoria fílmica”, de la posterior construcción del muro.


Caída del Muro: Los Nuevos Muros

Como vemos, la construcción y la posterior caída del muro de Berlín, con sus causas, consecuencias, efectos, y el proceso de reunificación de las dos Alemanias, ya son parte de la memoria cultural de la humanidad.  El cine ha sabido reflejar estos momentos históricos en numerosos films: en tono melancólico, dramático, e incluso cómico o tragicómico. Desde el clásico Uno, dos, tres (1961) de Billy Wilder, a la cuestionada Good Bye Lenin (2003) de Wolfgang Becker. O a través del género policial o de espionaje, como es el caso de El silencio tras el disparo (2000) de Volker Schlöndorff (el mismo director de El tambor). Y más recientemente La vida de los otros (2007) de Henckel von Donnersmarck, o el film que se ha empezado a rodar en Cáceres, La sombra de las encinas, de la española Marina Caborall. Es importante repasar las opiniones vertidas por Osvaldo Bayer, alguien que vivió el exilio argentino en Berlín (la segunda ciudad donde vivió más en sus 83 años), y veía el Muro todos los días: Es que el error había sido de Stalin. Cuando aceptó la proposición aliada de cambiar territorio alemán, que ellos habían conquistado en el Este alemán, por la mitad de Berlín, que había sido ocupada por los rusos. El tener la mitad de Berlín le dio a Occidente la oportunidad de hacer toda clase de libertades. En cambio, para hacer el socialismo, los pueblos del Este, arrasados por los nazis, debían trabajar, trabajar. Y claro, cuando no había muro, podían ver eso otro: la sociedad de consumo….Y comenzó la emigración. Y los hombres de Moscú creyeron que la solución era separar todo con un muro, con alambres de púa y ametralladoras. En medio de la ciudad. Ahí ya se patentizó el fracaso. Llegar a la Igualdad sin Libertad. Cuando lo racional es: la Igualdad sólo se puede conseguir en Libertad…..No con muros sino con las ideas, con el convencimiento de que el socialismo, es decir la administración de los bienes en un sentido igualitario, es lo único que puede terminar con la violencia en el mundo, ésa es la enseñanza final de la caída del Muro. Ni la dictadura del proletariado, ni  de ninguna otra clase, y menos los dictadores eternos. Sí la movilización, el protagonismo de todos, no la personalidad sino el cambio de los que mandan para que no se crean imprescindibles y ordenen en vez de preguntar e indagar la opinión de las mayorías.

La  noche en que terminó el siglo XX es fechada el 9 de Noviembre de 1989, cuando los habitantes de Berlín derribaron a mazazos el muro de 155km. que durante 28 años había dividido a Europa en dos.
Sin embargo, después de la caída del Muro de Berlín, otros se levantaron, estos son los nuevos muros construidos no por el comunismo, sino por el capitalismo-globalizado, por su poder de expansión ilimitada del dominio: “Los nuevos muros más allá de la caída del muro”.  Esta es la idea desarrollada y “mostrada” en el “compacto” titulado Los nuevos muros, realizado por los que hacemos la Revista Topía, y proyectado el día  miércoles 7 de Julio, en el Teatro del Pueblo, como parte de los distintos eventos, pensados durante el transcurso del año, para festejar los 20 años de la revista.  A modo de ejemplo ilustrativo, se han tenido en cuenta distintas secuencias de varios films, privilegiando no sólo la contundencia en el contenido a transmitir, sino el cómo (su calidad estética, de obra de arte) del mensaje en cuestión. Y no caer en la mera información periodística de noticiero televisivo. A modo de guía de "lectura", una de las tantas posibles, estos fueron los films elegidos:


La mirada de Ulises (1994/1995) de Theo Angelopoulos: la gran virtud del film radica en su orgánica integración en la continuidad narrativa. El carácter continuo del viaje, donde el pasado se hace presente. El viaje se establece entonces, como un largo puente que intenta unir momentos cruciales de la historia de los Balcanes, antes y después de la caída del muro.  La elección del genial plano secuencia, donde el protagonista (Harvey Keitel), emprende el viaje a través del río Danubio, junto a su compañero de travesía: la estatua trozada y fragmentada de Lenin, vendida a un coleccionista alemán, es toda una  metáfora de la caída del comunismo. Testigo de los territorios de la ambigüedad por donde penetra la música y el paisaje invernal, doliente, silencioso, que acompaña a las figuras humanas que se arrodillan y persignan ante el paso, en cuerpo todavía presente de la historia. Este viaje a partir del crepúsculo, después de la caída, también es al mismo tiempo, un nuevo renacer. Ya que “en el final está el principio”: la recuperación de la memoria y la mirada. Aquí no se nos informa únicamente del final de un período histórico o del fin de una ideología, sino que llegamos a sentirlo. Llegamos a sentir el valor del tiempo, un tiempo crepuscular, de despedida, un último suspiro donde agoniza la acción más vertiginosa de nuestro siglo, ahora conducida por las mansas aguas del río hacia un mausoleo donde reposar.**

Sin nombre (2009) de Cary Fukunaga: film que denuncia a través de un dantesco viaje, la situación social y la desesperación de los inmigrantes de Centroamérica hacia los E.E.U.U. Aquí las secuencias escogidas giran también en torno al viaje, pero en este caso a través de un “tren de la muerte”, hacia la supuesta tierra prometida. El muro  que separa la frontera entre México y E.E.U.U. es de 3000Km. Y salvo muy pocos, como nos muestra este film, llegaran a cruzarlo. En el camino, las mafias trafican con drogas, armas, dinero y con seres humanos. Encontramos también, una radiografía, o estudio antropológico, de cómo actúan Los Maras. Término con el que se conoce a grupos o pandillas muy violentas de jóvenes, originados por el retorno a Centroamérica de enormes cantidades de emigrantes deportados por delincuencia desde E.E.U.U. Estos transfieren las condiciones de marginalidad, violencia y supervivencia, y recrean en el plano nacional (México, Honduras, El Salvador, Guatemala) las prácticas aprendidas y desarrolladas por los deportados en los distintos lugares en los cuales lograron su estadía.

El limonero (El árbol de lima, en argentina) (2008) de Eram Riklis, el mismo director israelí de la premiada La novia Siria (2004). Film que se adentra en el corazón mismo del conflicto israelí-palestino. Las acciones se desarrollan en la frontera entre Israel y Cisjordania. Entre “vecinos”. Aquí el motivo visual del árbol (los limoneros), símbolo de vida, de las raíces,  de la herencia familiar, de la identidad de la protagonista, y su único sustento económico se contrapone al del muro, como la gran metáfora de la intolerancia. Salma “una simple mujer” palestina, viuda de 45 años, se transforma a lo largo del film, en una verdadera Antígona moderna, ya que se enfrenta y desafía al Poder Judicial, al Ministro de Defensa, a los servicios de inteligencia -que por “razones de seguridad”, ordenan cortar los limoneros- e incluso a los propios  palestinos. Salma dice ¡no!, y lleva su accionar de resistencia hasta sus últimas consecuencias. Las escenas seleccionadas, denuncian en forma poética y patética, la desproporcionada acción militar israelí contra los ciudadanos comunes palestinos. A medida que el Gobierno de Israel sigue construyendo un muro que se extiende en un 20% a lo largo de la Línea Verde internacional y en un 80% en territorio cisjordano palestino.  Quizás una de las enseñanzas que nos deja este film sea,  que un muro no sólo aisla al “enemigo”, sino también al propio constructor. Los muros en este sentido, no solo son restrictivos, sino también reveladores de la estrechez mental y de la perversión de quienes los erigen.

Buenos Aires viceversa (1997) de Alejandro Agresti. La elección de sólo la secuencia final del film, que transcurre en un emblemático Shopping porteño, donde se acribilla a un chico de la calle por querer robar una filmadora, sintetiza de una manera trágica e inequívoca, la separación, fragmentación e indiferencia de una sociedad cada vez más dividida, por todos esos “muros invisibles” (barrios privados, countries cerrados, etc)  creados por el sistema capitalista, y sus políticas económicas neoliberales, basadas sólo en el consumo ilimitado. Y que son el reflejo (mejor dicho el espejismo) de los muros que sirven para aislar a grupos de países sobre la base de su producto bruto interno, y del valor de mercado de sus bienes y servicios. Esta secuencia, además tiene un plus, que la hace más que actual. Ya que muestra, cómo es totalmente falseado por los medios de comunicación, en especial la televisión, el hecho a cubrir: el asesinato de un chico pobre ocurrido en un Shopping. El contraste y la reflexión final es más que elocuente. Estos son los nuevos muros capitalistas erigidos después de la caída del muro. Muros que constituyen verdaderos “tics” o “ecos” residuales y totalitarios de ciertas “democracias occidentales”.

En síntesis, los nazis estuvieron en el poder doce años; el comunismo dominó el Este europeo cuatro décadas y Rusia, 74 años. Sin duda, la caída del Muro fue uno de los hechos más significativos de la historia mundial del último siglo. De ahí que Berlín y gran parte del mundo, hayan celebrado el 9 de Noviembre de 2009, el vigésimo aniversario de su caída, con una “Gran Fiesta de la Libertad".  Sin embargo... en todo el planeta existen actualmente muros entre países por un total de 7.500km, aunque llegarán a alcanzar los 18.000km cuando estén totalmente terminados, y estos son sólo los muros visibles.

El muro de E.E.U.U. y México (unos 3.000km., el más extenso del mundo) – el muro de Ceuta y Melilla -  el muro de Cisjordania (construido por el Gobierno de Israel (cuando esté terminado, el 10% del territorio cisjordano quedará en el lado israelí y aislado del resto de Cisjordania) – el muro de Irlanda del Norte (se lo conoce con el eufemismo de “Línea de Paz”) – el muro que divide Corea del Norte y Corea del Sur – El muro de Arabia Saudí (el reino saudí está fortificando su frontera de 9.000km. con una de las barreras más larga del mundo. Un proyecto de alta tecnología. El muro será físico en algunas zonas y virtual (radares, satélites, infrarrojos), en otras. – El muro de Chipre (divide Nicosia, la capital, en dos partes, tiene 180km.) – El muro de Bagdad (el ejército norteamericano lo comenzó a construir en 2007, tiene 5km. de largo) – El muro de India y Pakistán (ambos países, que poseen armas nucleares, están separados en la mitad de su frontera común de 2900km., por alambradas) – el muro de Cachemira – el muro de Bostwana y Zimbabue (500km. de largo) – el muro de Irán y Pakistán – El muro de Tailandia y Malasia – el muro de Irak y Kuwait – el muro de India y Bangladesh (4.000km.) – el muro de Uzbekistán (alambre electrificado y campos de minas cubren parte de la frontera con Afganistán) - El muro de Egipto y Gaza – el muro de Río de Janeiro (sede de los Juegos Olímpicos de 2016), se comenzó a levantar para cercar algunas favelas. Se está previsto construir 11km. de muros. ***

“Pero sus muros nunca serán lo bastante largos, y siempre habrá una manera de rodearlos, de saltarlos, de pasar por debajo de ellos. O de derribarlos.”  (John Berger)

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*Baricco Alessandro. Los bárbaros (Ensayo sobre la mutación). Ed. Anagrama, Barcelona 2008.
** Pere Alberó, La mirada de Ulises,Ed. Paidós Películas. Barcelona 2000.
*** Censo realizado por Michel Foucher, publicado en La Presse de Montreal.


12/11/14

Octavio Paz y la dialéctica de la soledad             



BASILIO BELLIARD [mediaisla] «El laberinto de la soledad» se lee como una reflexión ontológica de la mexicanidad y, por extensión, como una pieza ejemplar en el arte de pensar, cuya extensión reflexiva se prolonga en «Postdata», de 1969.

 
Al arribar a la mitad del siglo XX, Octavio Paz publica su obra cumbre sobre el pensamiento mexicano moderno. Se trata de El laberinto de la soledad, de 1950, cuando el joven intelectual apenas tenía 34 años. Una obra seminal en su trayectoria como pensador de la historia y la cultura de México, que lo llevaría a tener un sitial ejemplar en la vida cultural de su país. Una figura polémica; devoto de la crítica, como ejercicio de libertad intelectual, Paz nació maduro, adquirió una sólida cultura como resultado de su pasión lectora, al heredar de su abuelo una biblioteca, quien también era político y escritor, igual que su padre.

La irrupción de El laberinto de la soledad en la escena intelectual mexicana dejó una huella indeleble en el mediodía del siglo pasado, frente a las vertientes metafísicas, antropológicas y psicológicas de las interpretaciones históricas acerca del ser del mexicano, de su presente y su destino. Entre la historia y el mito, aparece aquí la imaginación crítica como ejercicio del pensamiento libre, que sirvió de acicate a la modernidad en estado analítico. Como un hiato en la historia del siglo XX en América Latina, El laberinto de la soledad se lee como una reflexión ontológica de la mexicanidad y, por extensión, como una pieza ejemplar en el arte de pensar, cuya extensión reflexiva se prolonga en Postdata, de 1969 —a raíz de la matanza de Tlatelolco—, y se cierra como ciclo temático, veinticinco años después, con Vuelta al Laberinto de la soledad, en 1975, una larga entrevista concedida a Claude Fell. En su conjunto, esta secuencia manifiesta una línea de pensamiento que atraviesa el centro motriz de sus preocupaciones intelectuales por la historia de México, su devenir y su presente, que han suscitado no pocas controversias, malestares y críticas negativas, que algunos opositores a Paz consideraron —y consideran aún— como una “mentada de madre a los mexicanos” (como confiesa Paz le dijo un poeta), o que fue un libro escrito contra México. El propio Octavio Paz, en Postdata define El laberinto de la soledad así: “El laberinto de la soledad fue un ejercicio de la imaginación crítica: una visión y, simultáneamente, una revisión. Algo muy distinto a un ensayo sobre la filosofía de lo mexicano o a una búsqueda de nuestro pretendido ser. El mexicano no es una esencia sino una historia”.

Como se ve, Paz no reconoce haber escrito una obra filosófica de carácter ontológico sobre México, sino una obra resultante de la imaginación y la crítica. Elogio de la crítica y la sensibilidad histórica, con zonas líricas, El laberinto de la soledad es una alegoría a la condición del mexicano y del latinoamericano, en la que la soledad se transfigura en una metafísica vinculada al individuo y a la historia de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. La soledad como búsqueda de la otredad es asimismo un encuentro con la unidad del ser, en una especie de “esencial heterogeneidad del ser”, para decirlo con una frase del poeta Antonio Machado, que tanto citaba Paz. La metafísica de la soledad es así una manera de explicar la ontología del mexicano en Paz, que alcanzó su plenitud imaginaria, fantástica y mágica, en 1967, con la publicación de la novela Cien años de soledad de García Márquez, ese mago de la ficción del realismo mágico. (...)

La de Paz no es sólo la soledad del mexicano, sino la soledad del ser humano: es la soledad del nacimiento y de la muerte, entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. El sentimiento de soledad que siente Paz es la expresión de una percepción natural, que nace con el individuo, y que trasciende la niñez y la adultez, a través del juego o del trabajo, conceptos que desarrollarían Roger Caillois en Los juegos y los hombres, y Johan Huizinga en Homo ludens, desde el punto vista de la antropología cultural. Para este pensador holandés, incluso, el juego es anterior a la cultura misma. Esa visión de la soledad en Paz tiene un componente asociado a una nostalgia por el pasado infantil, entre el mundo natural y el mundo social. El sentimiento de soledad es así una condición constitutiva del ser humano, en la acepción paciana. Siempre estamos solos. Nacemos solos y así moriremos, y este dilema existencial genera en el ser humano un sentimiento de orfandad, nostalgia, desarraigo y aun angustia, que lo arroja a un sentimiento de inferioridad. En tal sentido, Paz apunta: “Pero más vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la soledad. Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión —como a veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos”. De igual modo, continúa diciendo: “Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación”. (...)

BASILIO BELLIARD (Moca, República Dominicana), poeta, ensayista y crítico literiario. Ha publicado Diario del autófago (1997), Balada del aire (2011), Soberanía de la pasión (2012) y El imperio de la intuición (2013), entre otros.
  
[mediaIsla] mediaIsla 0005 – Año XI
http://mediaisla.net/revista/2014/10/octavio-paz-y-la-dialectica-de-la-soledad/

7/11/14

Los cien años de Octavio Paz            


Fecha: 2014-10-29 Fuente: CUBARTE
  
  
Este año 2014, el mundo literario conmemora el centenario del escritor Octavio Paz.
    
Nacido y formado en una familia de la clase media, viene a la vida  en los días del estallido de la Revolución mexicana. Su padre fue un hombre cercano al general Emiliano Zapata, el más radical entre los líderes de ese proceso.
    
Ese vínculo familiar, contribuyó a marcar muy tempranamente la primera filiación política de quien años después sería eminente poeta y ensayista.
    
Paz es el más joven participante en el Congreso de Escritores Antifascistas que se reúne en Valencia, en 1937, en medio del fragor de la Guerra Civil española.
   
El joven poeta mexicano se vinculaba así a los grandes poetas de Hispanoamérica —Vallejo, Neruda, Guillén— que apoyaban a la II República española, del mismo modo que simpatizaban con las ideas socialistas. El bloque gobernante en la República, electo en 1936, agrupaba a socialistas y comunistas. Los numerosos anarquistas españoles también apoyaban a la república frente alzamiento fascista que lideraba Franco.
    
A Paz le afectan hondamente los enfrentamientos entre las diversas tendencias republicanas en los días de la guerra: su decepción con respecto al régimen de Stalin lo desbordará a una separación de las ideas comunistas.

Es admirable su conducta ética cuando, tras la matanza de Tlatelolco, en 1968, renuncia a su condición de embajador mexicano en la India y denuncia al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.  
     
Poeta desde su adolescencia, Paz será un seguidor fiel de la vanguardia: descubridor y exaltador del poeta mexicano que, en los días del auge del postmodernismo, es uno de los precursores del vanguardismo literario en México: José Juan Tablada.
    
Acaso nunca llegó el Paz poeta a desvincularse enteramente de la vanguardia en la que se formó y, paradójicamente, esa indoblegable fe en la vanguardia lo hizo apegarse a una tradición, esa que él mismo llamó la “tradición de la ruptura”. 
   
Para mí, su mejor libro es La estación violenta, de 1958, allí donde la vanguardia está perfectamente asimilada a su visión del mundo, pero donde no se deja sentir como una fuerza que aplaca la emoción. Es conmovedora la pasión vibrante en ese poemario.
     
En ese libro hay un poema en el que Paz rinde homenaje a la gran tradición del México prehispánico. Se llama “Piedra de sol” y evoca el circular despliegue del calendario azteca, heredado por los mexicas de la cultura olmeca, madre de las civilizaciones mesoamericanas. Su texto es circular: termina exactamente como comienza.
     
El poema es casi una mínima autobiografía y una síntesis de las convicciones de su autor.
   
Tal vez parte de su grandeza y perdurabilidad en que Paz entronca el mundo indígena, que es también el suyo, con la hermosa tradición del verso endecasílabo que, sin abandonar la libertad, asume el hermoso poema.
     
Aparte y con mayúsculas debiera figurar la gran ensayística de Octavio Paz.
    
Cuando hace unos años escribí Por el camino de la mar o Nosotros, los cubanos, tenía muy presente un extraordinario ensayo del mexicano que se llamó El laberinto de la soledad, donde el autor intenta una comprensión de su México, puede ser que demasiado desolada.
    
Pero Paz había escrito también grandes ensayos sobre temas literarios.
    
De mis tiempos de estudiante recuerdo mis lecturas de El arco y la lira, una brillante disertación sobre el modo de ser de la propia poesía.
     
Quien quiera conocer los orígenes, los fundamentos y las grandes manifestaciones de la literatura contemporánea y del intelectual que la escribe, hallará un texto magistral en Los hijos del limo, que Octavio Paz edita en 1974.
   
En los años sesenta había publicado un libro que tituló Cuadrivio. Allí figura “El caracol y la sirena”, uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre la significación y trascendencia de la obra de Rubén Darío.
   
Habría que subrayar, asimismo, la condición de maestro, de guía que tuvo el poeta y ensayista. Con varios entonces jóvenes mexicanos entre los que estaban José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, emprendió en los años sesenta la confección de una antología de la poesía de su país, que se llamó Poesía en movimiento, y que editó el Fondo de Cultura Económica.
    
Profesor y conferencista en diversas universidades del mundo, Octavio Paz emergió como una figura que, como a Juan Rulfo o Juan José Arreola, tuvo su país para proyectar mundialmente la literatura de México. Con justicia, se le concedió en 1990 el Premio Nobel de literatura.

Fuente: CUBARTE

http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/los-cien-anos-de-octavio-paz/26053.html