2/11/18

El mundo no se acaba en Sartre y Camus          

 

 
Tras el declive que siguió al existencialismo y el ‘nouveau roman’, hoy una generación con estilo punzante e ironía subyacente ha revertido las burlas hacia la literatura francesa.
En Casa Tomada de Julio Cortázar, el narrador confiesa que a veces, interrumpiendo su vida de recluso, iba a dar una vuelta por las librerías y “preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina”. Hasta hace pocos años, este juicio sepulcral, que Cortázar entendió como irónico, fue sentido como válido en Argentina, en España y en gran parte del mundo literario. 

A partir del mitigado escándalo producido por la obra (y vida) de Louis-Ferdinand Céline, quien fue probablemente el novelista más importante de toda la literatura moderna, y después de los existencialistas, la presencia de autores de lengua francesa como Nathalie Sarraute, Marguerite Yourcenar, Michel Tournier en la segunda mitad del siglo veinte no alteró fundamentalmente la opinión de los lectores más allá de los confines de su idioma. Ni siquiera el éxito internacional de Marguerite Duras con El amante, ni los premios Nobel otorgados a Claude Simon en 1985 y a Le Clézio en 2008, alentaron el reconocimiento de esa literatura como “valiosa”. 

Borges y Bioy se burlaron ferozmente del nouveau roman en sus Crónicas de Bustos Domecq y Mavis Gallant condenó el engagement politique de sus autores preguntándose si Hiroshima mon amour no se hubiese vendido más si Duras le hubiese puesto como título Auschwitz mon chou.    

Mediaisla - Letras vueltas
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