21/12/21

EN EL CENTENARIO DEL NATALICIO DE AUGUSTO MONTERROSO: LAS MOSCAS


AUGUSTO MONTERROSO

 

Quiero mudar de estilo y de razones.
Lope de Vega

 

Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañado siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita. La mosca invade todas las literaturas y, claro, donde uno pone el ojo encuentra la mosca. No hay verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea; y si eres escritor y no lo has hecho te aconsejo que sigas mi ejemplo y corras a hacerlo; las moscas son Euménides, Erinias; son castigadoras. Son las vengadoras de no sabemos qué; pero tú sabes que alguna vez te han perseguido y, en cuanto lo sabes, que te perseguirán para siempre. Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan. Cuando finalmente mueras es probable, y triste, que baste una mosca para llevar quién puede decir a dónde tu pobre alma distraída. Las moscas transportan, heredándose infinitamente la carga, las almas de nuestros muertos, de nuestros antepasados, que así continúan cerca de nosotros, acompañándonos, empeñados en protegernos. Nuestras pequeñas almas transmigran a través de ellas y ellas acumulan sabiduría y conocen todo lo que nosotros no nos atrevemos a conocer. Quizá el último transmisor de nuestra torpe cultura occidental sea el cuerpo de esa mosca, que ha venido reproduciéndose sin enriquecerse a lo largo de los siglos. Y , bien mirada, creo que dijo Milla (autor que por supuesto desconoces pero que gracias a haberse ocupado de la mosca oyes mencionar hoy por primera vez), la mosca no es tan fea como a primera vista parece. Pero es que a primera vista no parece fea, precisamente porque nadie ha visto nunca una mosca a primera vista. A nadie se le ha ocurrido preguntarse si la mosca fue antes o después. En el principio fue la mosca. (Era casi imposible que no apareciera aquí eso de que en el principio fue la mosca o cualquier otra cosa. De esas frases vivimos. Frases mosca que, como los dolores mosca, no significan nada. Las frases perseguidoras de que están llenas nuestros libros.) Olvídalo. Es más fácil que una mosca se pare en la nariz del papa que el papa se pare en la nariz de una mosca. El papa, o el rey o el presidente (el presidente de la república, claro; el presidente de una compañía financiera o comercial o de productos equis es por lo general tan necio que se considera superior a ellas) son incapaces de llamar a su guardia suiza o a su guardia real o a sus guardias presidenciales para exterminar una mosca. Al contrario, son tolerantes y, cuando más, se rascan la nariz. Saben. Y saben que también la mosca sabe y los vigila; saben que lo que en realidad tenemos son moscas de la guarda que nos cuidan a toda hora de caer en pecados auténticos, grandes, para los cuales se necesitan ángeles de la guarda de verdad que de pronto se descuiden y se vuelvan cómplices, como el ángel de la guarda de Hitler, o como el de Jonhson. Pero no hay que hacer caso. Vuelve a las narices. La mosca que se posó en la tuya es descendiente directa de la que se paró en la de Cleopatra. Y una vez más caes en las alusiones retóricas prefabricadas que todo el mundo ha hecho antes. Pues a pesar tuyo haces literatura. La mosca quiere que la envuelvas en esa atmósfera de reyes, papas y emperadores. Y lo logra. Te domina. No puedes hablar de ella sin sentirte inclinado hacia la grandeza. Oh, Melville, tenías que recorrer los mares para instalar al fin esa gran ballena blanca sobre tu escritorio de Pittsfield, Massachussetts, sin darte cuenta de que el Mal revoloteaba desde mucho antes alrededor de tu helado de fresa en las calurosas tardes de niñez y, pasados los años, sobre ti mismo en el crepúsculo te arrancabas uno que otro pelo de la barba dorada leyendo a Cervantes y puliendo tu estilo; y no necesariamente en aquella enormidad informe de huesos y esperma incapaz de hacer mal alguno sino a quien interrumpiera su siesta, como el loquito Ahab. ¿Y Poe y su cuervo? Ridículo. Tú mira la mosca. Observa. Piensa.

Fuente: EL CIERVO HERIDO, un blog de Omar González
https://elciervoherido.wordpress.com/2017/03/04/las-moscas-augusto-monterroso/

Tomado del libro MOVIMIENTO PERPETUO, de Augusto Monterroso, 1972.

1/11/21

 AL RESCATE DE LUBICZ MILOSZ

Poesía y pensamiento

Por Héctor Freire

Revista La Pecera (n.e.)  
Artículo completo: https://www.lapecerarevista.com/copia-de-mito-y-poesia


DESPERTAR

 

En un país de infancia recuperada entre lágrimas,

En una ciudad con latidos de corazones muertos

(todo un arrullador surco de latidos de latidos de vuelo,

De latidos de alas de los pájaros de la muerte;

De chapaleos de alas negras sobre el agua de muerte),

En un pasado fuera del tiempo, enfermo de arrobamiento,

Los gratos ojos dolidos del amor arden todavía

Con un fuego manso de mineral rojizo, con un triste encanto,

En un país de infancia recuperada entre lágrimas….

Sin embargo, el día llueve sobre el vacío absoluto.

 

¿Por qué me has sonreído en la gastada luz,

Y por qué y cómo me has reconocido,

Extraña muchachita de angélicos párpados,

De reidores, azulados, suspirantes párpados,

Hiedra de noche estival sobre la luna de las piedras?

¿Y por qué y cómo, no habiendo jamás entrevisto

Ni mi rostro ni mi duelo, ni la miseria de los días,

Me has reconocido tan de pronto,

Cálida, musical, brumosa, pálida, amada?

¿Por quién morir en la noche inmensa de tus párpados?

Sin embargo, el día llueve sobre el vacío absoluto.

 

¿Qué palabras, qué músicas terriblemente caducas

Se estremecen en mí con tu presencia irreal,

Sombría paloma de los días lejanos, tibia, bella?

¿Qué músicas en eso se estremecen durante el sueño?

¿Bajo cuáles frondas de soledumbre antiquísima,

En qué silencio, en qué melodía o en qué

Voz de niño enfermo volver a encontrarte, oh bella,

Oh casta, oh música escuchada en el sueño?

Sin embargo, el día llueve sobre el vacío absoluto.

 

 

 

CUANDO ELLA LLEGUE

 

Cuando ella llegue, habrá gris o verde en sus ojos,

  Verde o gris en el río?

La hora será nueva en ese porvenir tan viejo,

Nueva, pero tan poco novedosa…

¡Antiguas horas en las que se ha dicho todo, visto todo,

  soñado todo!

No os imagináis cuánto os compadezco…

 

Habrá entonces otro hoy y ruidos de ciudad

Tal como los de hoy y siempre  –¡duras experiencias!-

Y olores, según la estación- de septiembre o de abril

Y un falso cielo, y nubes sobre el río;

 

Y palabras –según la ocasión- alegres o sollozantes

Bajo cielos que se regocijan o que llueven,

Porque nosotros habremos vivido y simulado, ¡ay!, tanto

  y tanto,

Cuando ella llegue con sus ojos de lluvia sobre el río.

Y habrá también (voz del hastío, risa de la impotencia)

El viejo, el estéril, el seco momento presente,

Pulsación de una eternidad hermana del silencio;

El momento presente, tal como en este instante.

 

Ayer, hace diez años, hoy, dentro de un mes,

Horribles vocablos, pensamientos muertos, -¡unas qué

  importa!

Bebe, duerme, muere, -librarse de sí mismo

De tal o cual manera…

 

( de “POEMAS”, Selección y traducción de Lisandro Z.D. GALTIER, Ediciones “HUELLA”, Cuaderno Nº 2, Bs.As. 1941)


Revista La Pecera (n.e.)  
Artículo completo: https://www.lapecerarevista.com/copia-de-mito-y-poesia