7/11/14

Los cien años de Octavio Paz            


Fecha: 2014-10-29 Fuente: CUBARTE
  
  
Este año 2014, el mundo literario conmemora el centenario del escritor Octavio Paz.
    
Nacido y formado en una familia de la clase media, viene a la vida  en los días del estallido de la Revolución mexicana. Su padre fue un hombre cercano al general Emiliano Zapata, el más radical entre los líderes de ese proceso.
    
Ese vínculo familiar, contribuyó a marcar muy tempranamente la primera filiación política de quien años después sería eminente poeta y ensayista.
    
Paz es el más joven participante en el Congreso de Escritores Antifascistas que se reúne en Valencia, en 1937, en medio del fragor de la Guerra Civil española.
   
El joven poeta mexicano se vinculaba así a los grandes poetas de Hispanoamérica —Vallejo, Neruda, Guillén— que apoyaban a la II República española, del mismo modo que simpatizaban con las ideas socialistas. El bloque gobernante en la República, electo en 1936, agrupaba a socialistas y comunistas. Los numerosos anarquistas españoles también apoyaban a la república frente alzamiento fascista que lideraba Franco.
    
A Paz le afectan hondamente los enfrentamientos entre las diversas tendencias republicanas en los días de la guerra: su decepción con respecto al régimen de Stalin lo desbordará a una separación de las ideas comunistas.

Es admirable su conducta ética cuando, tras la matanza de Tlatelolco, en 1968, renuncia a su condición de embajador mexicano en la India y denuncia al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.  
     
Poeta desde su adolescencia, Paz será un seguidor fiel de la vanguardia: descubridor y exaltador del poeta mexicano que, en los días del auge del postmodernismo, es uno de los precursores del vanguardismo literario en México: José Juan Tablada.
    
Acaso nunca llegó el Paz poeta a desvincularse enteramente de la vanguardia en la que se formó y, paradójicamente, esa indoblegable fe en la vanguardia lo hizo apegarse a una tradición, esa que él mismo llamó la “tradición de la ruptura”. 
   
Para mí, su mejor libro es La estación violenta, de 1958, allí donde la vanguardia está perfectamente asimilada a su visión del mundo, pero donde no se deja sentir como una fuerza que aplaca la emoción. Es conmovedora la pasión vibrante en ese poemario.
     
En ese libro hay un poema en el que Paz rinde homenaje a la gran tradición del México prehispánico. Se llama “Piedra de sol” y evoca el circular despliegue del calendario azteca, heredado por los mexicas de la cultura olmeca, madre de las civilizaciones mesoamericanas. Su texto es circular: termina exactamente como comienza.
     
El poema es casi una mínima autobiografía y una síntesis de las convicciones de su autor.
   
Tal vez parte de su grandeza y perdurabilidad en que Paz entronca el mundo indígena, que es también el suyo, con la hermosa tradición del verso endecasílabo que, sin abandonar la libertad, asume el hermoso poema.
     
Aparte y con mayúsculas debiera figurar la gran ensayística de Octavio Paz.
    
Cuando hace unos años escribí Por el camino de la mar o Nosotros, los cubanos, tenía muy presente un extraordinario ensayo del mexicano que se llamó El laberinto de la soledad, donde el autor intenta una comprensión de su México, puede ser que demasiado desolada.
    
Pero Paz había escrito también grandes ensayos sobre temas literarios.
    
De mis tiempos de estudiante recuerdo mis lecturas de El arco y la lira, una brillante disertación sobre el modo de ser de la propia poesía.
     
Quien quiera conocer los orígenes, los fundamentos y las grandes manifestaciones de la literatura contemporánea y del intelectual que la escribe, hallará un texto magistral en Los hijos del limo, que Octavio Paz edita en 1974.
   
En los años sesenta había publicado un libro que tituló Cuadrivio. Allí figura “El caracol y la sirena”, uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre la significación y trascendencia de la obra de Rubén Darío.
   
Habría que subrayar, asimismo, la condición de maestro, de guía que tuvo el poeta y ensayista. Con varios entonces jóvenes mexicanos entre los que estaban José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, emprendió en los años sesenta la confección de una antología de la poesía de su país, que se llamó Poesía en movimiento, y que editó el Fondo de Cultura Económica.
    
Profesor y conferencista en diversas universidades del mundo, Octavio Paz emergió como una figura que, como a Juan Rulfo o Juan José Arreola, tuvo su país para proyectar mundialmente la literatura de México. Con justicia, se le concedió en 1990 el Premio Nobel de literatura.

Fuente: CUBARTE

http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/los-cien-anos-de-octavio-paz/26053.html 
 

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